Nueva York sigue siendo una de las ciudades más importantes del mundo y por lo tanto no ha perdido nada de su atractivo. Ahora bien, la literatura más interesante que la propia ciudad engendrá a partir de los años 40 del siglo XX, tiene sus orígenes en los recuerdos de la infancia urbana, en las luchas familiares y en la identidad étnica. Recordar como el protagonista de Manhattan Transfer (1925), de J. Dos Passos, preguntaba con insitencia el camino al «centro de negocios». Otros personajes viven en Harlem, Brooklyn o Upper West Side, que eran los lugares donde estaba toda la conglomeración periférica de la ciudad, y a la vez el centro de la trama en obras como El hombre invisible de Alfred Kazin, o El dependiente de Bernard Malamud.
Estos libros nos cuentan la vida de marginados -inmigrantes, negros, judíos, mujeres y homosexuales-; la mezcla de estas gentes con el surgimiento de los mass media, su libertad sexual. Esta visión rechaza la mirada llevada a cabo por otras novelas como El gran Gatsby. En las novelas de los años cuarenta nos aparecen unos habitantes de la ciudad que debido a diversas circunstancias (etnia, raza, sexo, clase social, etc) viven al margen de la sociedad de la época. Muchos de ellos bajan a la calle para conquistar un lugar en la ciudad. Fijaros que serán el robo, la prostitución, la violación, la locura lo que marcarán sus esfuerzos cotidianos de supervivencia. Vistos desde estos barrios, el dowtown de Manhattan es un espejismo, un lugar de otro planeta.

Escrito por Oscar Cruellas

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