En la antigua Roma, recibía este nombre aquel individuo que pagando anticipadamente al Estado una suma convenida se quedaba con el producto de los impuestos que se encargaba de cobrar. Los publicanos solían contar con hombres a su servicio y podían asociarse formando poderosas compañías que funcionaban por un sistema de acciones. Estas sociedades tuvieron su mayor auge a finales de la República.