Después de una semana sin poder comunicarme, hoy me gustaría hablar de una figura muy singular como fue Ockham. Ockham afirmaba que no había otra cosa que individuos, realidades individuales, y que preguntar por el principio de individuación era formular una pseudopregunta. Aunque a primera vista no resulte evidente, esta tesis ockhamista guarda una relación esencial con la tesis de la Omnipotencia y Libertad divinas. El problema del principio de individuación tiene su origen en la afirmación de la prioridad de la esencia sobre el individuo. Esta prioridad fue afirmada por Platón a través de su teoría de las Ideas. El pensamiento cristiano adoptó esta teoría, siguiendo la orientación neoplatónica: las Ideas platónicas vinieron así a convertirse, para el Agustiniano, en los arquetipos o ejemplares existentes en la mente divina. Tomás de Aquino matizó esta tesis ejemplista (afirmando que las ideas ejemplares son en realidad la esencia misma de Dios en tanto que participable), pero no la abandonó. El ejemplarismo no puede ser abandonado por nadie que admita que Dios es el Creador y que la creación es conforme a un cierto plan racional. Este es el punto en el cual tenemos que situar la teoría ockhamista. Ockham pretende salvaguardar la omnipotencia divina: admitir ideas ejemplares implica, a su juicio, limitar la omnipotencia y la libertad creadora de Dios; Ockham, por tanto, niega la existencia de ideas ejemplares que dirijan (que coarten) la libertad creadora de Dios. Negada la existencia de Ideas ejemplares, desaparece la primacía de las esencias respecto de los individuos en que aquellas podían realizarse. Negaba, en fin, la supremacía de las esencias sobre los individuos, desaparece la prioridad del universal y, con ella, el problema del principio de individuación.