Si nos fijamos detenidamente, la melancolía ha ido de la mano de la idea que los poetas tenían de sí mismos. Un ejemplo extraordinario de todo ello fue Baudelaire. la melancolía fue compañera de viaje de Baudelaire. La melancolía de Baudelaire es joveny conoce noches lánguidas.Otras veces la melancolía se asocia con el espejo y la mirada puesta en la imagen reflejada. ¿Por qué? El espejo es futilidad, reflejo de algo que tiene caducidad, y no hay melancolía más profunda que lo que vemos, cara al espejo, ante la evidencia de la falta de profundidad.
Ya Aristóteles nos ofreció una definición de melancolía. Para Aristóteles el melancólico es aquella persona que puede elevarse, mejor que las otras personas a los más altos pensamientos. Pero es en los siglos XVI y XVII cuando se desarrolló plenamente. El espíritu del melancólico es quien se aísla en la soledad, la persona que se abate en la inmovilidad, y quien se deja invadir por la desesperanza.
Ahora bien, exaltación y abatimiento pertenecen al mismo temperamento y es como si uno de estos polos fuese acompañado por la posibilidad del polo opuesto. Los personajes melancólicos han quedado muy bien definidos en la literatura. Estos personajes están en el vacío. Los cuadros de los autores del Barroco se extienden hacia objetos representativos de lo efímero: collares rotos, velas que acaban de apagarse, mariposas frágiles, instrumentos de música que no suenan, etc. Todo esto hace que al observar dichos cuadros nuestra mirada nos lleve hacia lo eterno, hacia lo insustancial y hacia lo perecedero.
El melancólico pierde la noción de relación entre el tiempo interior y el tiempo exterior. Se lamenta de la lentitud del tiempo. Pero al mismo tiempo siente que se atrasa en su respuesta al mundo. Nota que tiene una traba interior que lo inmoviliza frente al exterior que se acelera vertiginosamente.