El estudio sistemático del lenguaje se inició a principios del siglo XX por G.E.Moore con su obra Principia Ethica (1903) seguida posteriormente por los filósofos ingleses y el Círculo de Viena en un intento de eliminar todo residuo de metafísica y hacer una ética científica. Moore quiere contestar a estas preguntas: ¿Qué quiere decir la palabra «bueno»? La respuesta la encontramos en la ética teorética. ¿Qué debemos hacer o qué es bueno (como medio) que hagamos? Es decir, la ética práctica.
El problema fundamental y general que les interesa a todos es el significado de la palabra «bueno», en adjetivo, no el sustantivo «bien».
¿La podemos definir? ¿Es una palabra vacía? Se trata de un pseudo-problema: es indefinible porque no tiene ningún referente y además por ser una cualidad simple (sólo son definibles los conceptos complejos) no puede analizarse, ni descomponerse. Si a pesar de ello nos empeñamos en querer definirlo, ya sea por referencia a otras palabras, ya sea por sí misma, ya sea en términos de utilidad o agrado, estamos pasando del «ser» al «deber» hecho que él llamará «falacia naturalista»