La noche caía cerrada y las calles estaban desiertas. Es curioso, estamos en noviembre y las personas nos encerramos en casa, cual refugio frente a las adversidades, las cuales son muchas. Pero no más que las que han tenido nuestros antepasados. Mientras fluían todos estos pensamientos, se observó a si mismo insertando la llave en la cerradura de la puerta  de su casa. Al abrir la puerta todo estaba en silencio y a oscuras. Era gratificante regresar de nuevo a casa, que no al hogar ya que este estaba muy lejos, donde vivía su mujer y sus hijos.

Aceptar este puesto de trabajo supuso desplazarse miles de kilómetros y que nadie lo acompañara. Era un buen trabajo ya que se trataba de una fábrica de mermeladas y llegaba para responsabilizarse de la calidad de las mismas.

Escrito por Oscar Cruellas

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