Una de las formulaciones más importantes del siglo XX fue desarrollada por Wittgenstein en su primera época. En el Tractatus distingue entre proposiciones moleculares y proposiciones atómicas. Las primeras son expresiones lógicas más complejas, formadas a partir de proposiciones atómicas y conectivas lógicas. Las segundas corresponden a las proposiciones últimas capaces de recibir valores de verdad y falsedad material.
La verdad o falsedad de estas proposiciones atómicas, fácticas, nos viene dada por su concordancia con lo que designa Wittgenstein como hechos atómicos, últimos elementos que componen la estructura del mundo. La relación entre la proposición atómica y el hecho atómico es designada como una pintura o imagen de lo que es el hecho atómico, es decir, la realidad. La simplificación de esta teoría del reflejo puede llevarnos a entender el conocimiento como un puro espejo o cámara fotográfica del mundo, lo cual, de ser entendido de una manera literal, olvidaría la capacidad constructiva, organizadora, de nuestro conocimiento; incluso haría difícil concebir la posibilidad de error.