La crisis que nos afecta desde hace algunos años ya no es sólo una crisis económica. Se ha convertido en una crisis existencial. Ello es debido al «miedo». Tenemos miedo a perder el trabajo, miedo a la incertidumbre, miedo a perder diferentes prestaciones que nos ofrece el Estado, etc. Nuestra existencia es ya de por si complicada porque por un lado estamos «atados» a un sin fin de cosas de las cuales no queremos desprendernos, y por otro lado, queremos ser libres sin tener tantas ataduras. ¿Cuál es nuestra contradicción? El problema que tenemos es que no sabemos deshacer este nudo gordiano.
Ello implica, en estos momentos, optar por dos vías muy diferentes. Seguir con el estilo de vida actual, donde los mercados y también Alemania, Holanda, el FMI, el BCE, nos dictan lo que tenemos que hacer. O plantearnos muy seriamente, optar por una nueva vía, en la cual el crecimiento económico esté cercano al cero por ciento. Ello llevaría plantearnos no pagar la deuda, la cual por otro lado, nunca podremos pagar. Esta nueva opción incidiría en un planteamiento sostenible. No significa que perdamos nuestro estilo de vida, sino simplemente reformularlo.
El capitalismo, que siempre se había caracterizado por saber modificarse dependiendo de las circunstancias, nos demuestra hoy en día, que ha llegado a su fin. Las personas somos más importantes que los sistemas económicos.