La imagen medieval del Universo, geocéntrico y finito, se acomodaba armónicamente a la concepción cristiana, teológica de lo real. Según esta concepción, el hombre es el único ser racional y libre de la creación, objeto de una especial atención oir oarte de su Creador que no solamente lo crea, sino que además irrumpe en la historia humana, redimiéndolo y elevándolo a un orden sobrenatural. La distancia que separa al Creador de lo creado encuentra una expresión adecuada en la finitud del universo. Nicolás de Cusa abandonó esta imagel medieval del Universo y Giordano Bruno rechzó esta imagen del Cosmos, relegando al hombre y a la Tierra a un puesto insignificante dentro de él. Aceptando el heliocentrismo, Bruno niega que la Tierra ocupe el centro del Universo; afirmando la infinitud del Universo, Bruno afirma que existen innumerables sistemas solares como el nuestro, que nuestro sol no es sino una estrella más en el Cosmos infinito. Más aún, nada impide que existan vivientes y vivientes racionales en otras partes del Cosmos. Ni el hombre ni la Tierra, su morada, ocupan ningún puesto de privilegio en el Universo.